Hasta que en 1822 el francés Jean Francois Champolion sentó las bases para el desciframiento y lectura de la escritura jeroglífica gracias a los textos contenidos en la famosa piedra de Roseta (Rosetta, aunque en español suena Roseta), descubierta por miembros de la expedición de Napoleón en Egipto, la escritura jeroglífica había sido considerada algo maravillosamente misterioso. Un enigma milenario se ocultaba en aquella simpática y extraña escritura de las gigantescas pirámides, de los suntuosos templos, de los textos funerarios, o de los esbeltos y gloriosos obeliscos egipcios. Simplemente permaneció oculta, ajena al paso de los siglos, esperando tranquila el descubrimiento de su esencia más incognoscible.Su conocimiento solamente estaba al alcance de los iniciados o sabios, imagen que aún perdurará con posterioridad a su desciframiento.
En la segunda mitad del siglo XVIII se realizaron diversos intentos y avances en su peculiar lectura y desciframiento, especialmente desde que se rompió con la creencia de que los signos representaban formas de conocimiento y sabiduría arcanas relacionadas con Hermes Trismegisto, ideas que habían dominado la interpretación y visión de los jeroglíficos prácticamente desde el ocaso de la cultura faraónica.
Los propios egipcios creían en el origen divino de la escritura. Su inventor fue el Dios Thot, y la Diosa Seshat se convirtió en representante de la misma, siendo la expresión jeroglífica referida a la escritura por ellos utilizada md.w.ntr, (palabras divinas). Pero más allá de su origen, los signos jeroglíficos albergaban un misterio, una vida propia y una magia enjaulada en una grafía intrigante. Según sus concepciones ,todo aquello que existía o era representado poseía vida propia , su propio Ka ,( alma o espíritu ) planteándose así el problema de que muchos de sus signos representaban animales peligrosos que, como el escorpión, el león o la serpiente , podían amenazar al mundo que les rodeaba , que, por lo general, eran las tumbas y templos. Es por ello por lo que pensaban que la persona enterrada podía sufrir la agresión de un escorpión o un león, recurriendo en muchas ocasiones a representar estos animales, o fuerzas, mutilados o con un cuchillo en su espalda, algo que no les hacía perder su valor fonético. De este modo, el componente mágico y fabuloso que los jeroglíficos iban a tener en el mundo occidental y árabe hasta su desciframiento estaba presente en su concepción misma.
Paradójicamente, fue uno de los simbolismos presentes en la escritura jeroglífica lo que proporcionó la clave para su desciframiento: los nombres reales. Estos fueron escritos a partir de la V Dinastía en un círculo oval llamado “cartucho “.
Los jeroglíficos pronto quedaron reservados para una utilización religiosa e ideológica y su conocimiento reservado a una minoría, mientras que para el correcto funcionamiento de la administración se desarrolló una escritura más sencilla, llamada hierática, de trazos rápidos y cursivos que carecía de todo simbolísmo. Un tercer sistema de escritura fue el demótico, presente en la Piedra Roseta, especialmente importante a partir de la XVIII Dinastía.
Con la presencia griega en Egipto comenzó a ser importante la utilización y el conocimiento de esa enigmática grafía jeroglífica. Aquellos estaban limitados y restringidos a unas pocas personas instruidas, los sacerdotes, ya que, los jeroglíficos eran considerados símbolos sagrados. A partir de entonces, esos símbolos mágicos y misteriosos “comenzarían a dotarse de gran hermetismo, hermetismo que iba a pervivir en los ámbitos científicos hasta el siglo XIX, y en los esotéricos hasta nuestro días.
Con la victoria del cristianismo, y debido a que la escritura jeroglífica estaba asociada a unas costumbres, una magia y una religión pagana, se hizo necesario desarrollar otra escritura con la que difundir la nueva religión, comenzándose en el siglo II D. C, a utilizar letras griegas para escribir palabras egipcias, originándose, de este modo el copto, con un alfabeto de treintaiun caracteres. Es esta la razón por la que actualmente se utiliza el copto para la transcripción de diferentes términos jeroglíficos, y sobre todo para la utilización de vocales, ya que la escritura jeroglífica carecía de ella. Pero el maravilloso misterio de los jeroglíficos se desarrolló aún más a partir de los decretos del Emperador Teodosio I. quien mandó cerrar todos los templos egipcios en el 391 D. C
Mas tarde, con la conquista en 640 D. C de Egipto por los árabes, desaparecería por completo la Iglesia copta, y con ello el último vínculo que existía con la escritura jeroglífica en particular y la cultura faraónica en general, iniciándose un mito que durante siglos estimularía la curiosidad e imaginación de artistas, pensadores y científicos. A partir de ese momento Occidente solamente disponía para su estudio e interpretación de aquellos jeroglíficos las referencias realizadas por los clásicos, escasas y llenas de vaguedades y errores que contribuyeron, aún mas si cabe, a acrecentar el misterio de aquella espectacular y divina escritura, una escritura que se mantuvo culta e inviolada en las profundidades mas turbias del misterio durante el transcurrir de los siglos.
Finalmente, desde 1822 a nuestros días los avances filológicos no han cesado en producirse y, salvo un conjunto de signos, de Época Baja, el significado de todos los demás no es conocido, así como la escritura interna de la lengua. A pesar de ello, los signos jeroglíficos nunca podrán desprenderse de ese hermético simbolismo, pues detrás de ellos se esconde una idea,o creencia, oculta al conocimiento más mundano y trivial. Solo los sabios pueden descifrarla.
Un ejemplo de todo ello bien pudiera ser la masonería, que, como todas las sociedades semireligiosas y secretas, recurren a las concepciones astrológicas para obtener el conocimiento secreto e ir iniciando a sus miembros en la verdad a través de ritos y símbolos. El delicado, sabio e inigualable simbolísmo que encarnó durante siglos la escritura jeroglífica encuentra su manifestación moderna en estas sociedades. No hay que olvidar que muchas de estas sociedades tienen su origen en los secretos de los druidas, que, según algunos, tomaron sus secretos de los ritos y Dioses egipcios, especialmente a través de los templos a Isis.
Curiosamente, y por asombroso que resulte, el maravilloso misterio de los jeroglíficos, lejos de desaparecer aumenta. Tanto es así, que sigue existiendo la idea de que los signos esconden un significado o una idea, no una simple letra, al tiempo que su conocimiento exclusivamente reservado a unos pocos, los egiptólogos, los cuales son los que poseen esa ancestral y mágica llave que abrirá la caja en la que se ocultaron los secretos mejor guardados de los antiguos egipcios.
Por I. Sánchez
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